por Rosa Bouzón desde | 09.09.10
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Gracias Rosa por Difundir nuestro que hacer.. Jesús..!!
Las puertas de la sala están cerradas, y aún así, las voces que cantan del otro lado se escuchan con muchísima claridad. Desde afuera, se podría pensar que se trata de una
clase de canto como cualquier otra, y sin embargo, es una actividad fuera de lo común. El
misterio no se devela al
abrir las puertas, porque en la sala no se ve absolutamente nada. Hasta que los coristas comienzan a salir.
Se trata del taller de Creación Coral a Ciegas, que tiene como sede al Centro Argentino de Teatro Ciego, a pasos del Abasto. En este taller de canto, la consigna es potenciar el oído, prestarle atención a la voz y a nada más, porque las clases se desarrollan en la más absoluta oscuridad, al igual que todas las
obras en este teatro.
“Creo que para la
enseñanza del canto es muy importante la oscuridad. Es un lugar en el que se escucha todo, absolutamente todo. Estás solamente concentrado en eso, que cuando vemos, se concentra en otra cosa. Estando en la oscuridad solamente te concentrás en el sonido”, cuenta Jesús Fernández, profesor del taller, además de arreglador y director de murga uruguaya.
Durante una hora y media a oscuras, un grupo en promedio de 10 alumnos
canta en una sala en la que es lo mismo abrir los ojos que cerrarlos. La clase comienza con un calentamiento de la voz,
ejercicios de relajación y de técnica vocal. “Te sentís mucho más relajado, te podés concentrar más en las voces, los ruidos. Aprendés a moverte en ese espacio. No se ve, pero podés estar bailando, podés estar haciendo lo que querés... es una libertad plena”, cuenta Adrián Guelman, alumno de la Creación Coral a Ciegas.
En la segunda parte de la clase, se trata de aplicar lo que fue ejercitado en una canción, que se aprende íntegramente en la clase, y que puede ser desde una murga uruguaya hasta una canción infantil cubana, siempre en el marco de la música latinoamericana.
Por otra parte, a pesar de que las clases son grupales, esta técnica ayuda a quienes tienen “pánico escénico” y no se animan a cantar ante la mirada de los otros. Como explica Claudia Cordy, que empezó hace algunos meses el taller, éste “Te agudiza tremendamente los sentidos. Aparte, el hecho de que no te estén mirando, te desinhibe muchísimo. En el momento en el que empezás a cantar, tu cuerpo canta, o sea, no sólo la voz, sino el cuerpo todo. Para mí es algo tremendo, la voz se escucha distinto.”
Este aprendizaje que los alumnos van adquiriendo, desde la técnica vocal hasta el desplazamiento en la oscuridad, se ve reflejado a fin de año, cuando organizan un espectáculo musical en el Centro Argentino de Teatro Ciego.
Al igual que en todas las obras que allí se presentan, lo particular de esta técnica artística consiste en actuar en todos los espectáculos en la más absoluta oscuridad, para potenciar los demás sentidos como el olfato, el
tacto y el oído. Además, dado que el público y los coristas comparten el mismo espacio, la cercanía entre ellos es total.
El mensaje tanto del teatro como el del taller consiste en apartarse de los prejuicios de la “sociedad de la imagen”, además de darles la
oportunidad, tanto a ciegos como a disminuidos visuales, de que puedan integrarse en un ambiente laboral y de aprendizaje donde los prejuicios no tienen cabida, y donde la armonía no está solamente en la música, sino en el grupo humano.
Así lo siente Andrea Capria, que hace tres clases que empezó el taller, y que no lo deja por nada: “Se pierden todos los prejuicios que te trae la vista y tenés que hacer un esfuerzo por escuchar al otro. Cuanto más lo escuchás hay más comunión. Lo lindo no es que uno suene más fuerte o mejor, sino que suenen juntos y eso es lo que me encanta de esta propuesta, porque estando a oscuras esto es mayor. El sonido toma una dimensión hermosa y el cuerpo se te relaja. Sos libre absolutamente.”
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